Por H. NOSSA
Bogotá, Colombia 2007
Existen
diferentes formas de ver el arte, según el imaginario del artista y según la
formación artística del observador, pero lo importante en un artista y en el
observador, es el interactuar con la obra.
La
obra de Orlando es una propuesta carente de sensacionalismos al igual que
ausente de formalismos conceptuales que imperan en la cotidianidad de las
bellas artes, que hoy en día se pasean por las pasarelas del arte universal,
esta manifestación habla de lo profundo que puede penetrar la historia y el
sentido de pertenencia en el imaginario de un artista que se siente apropiado
de lo que pinta y de lo que siente, por ello es difícil pasar y no ver, ver y
no hablar de aquella sensación de un mundo pleno de imágenes tomadas de un
mundo que ha llegado a un sincretismo entre lo humano y lo divino, entre el
hallarse inmerso en una creencia venida de belén y una religiosidad nacida en
lo más profundo de los andes, el manejo de la forma, lo brillante de su paleta
muestran a las claras el color del sol, la selva, la luna y las estrellas
entremezclados con los maestros de las artes, que como sacerdotes ofician en
cada una de sus obras.
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