sábado, 19 de mayo de 2012

Ciber indígenas


Por Fernando Rincón
Periódico "El Punto de las Artes"
Edición del 15 al 21 de junio de 2007
Madrid, España
               Cómo es la realidad de nuestro mundo? Presumimos de libertad y, sin embargo, estamos más atados que nunca a unas máquinas que nos obligan y sin las que ya no podemos funcionar. Aún más, somos programados desde el vientre materno para actuar de acuerdo con una serie de indicaciones dadas que nos condicionan en todo momento, coartando nuestro estado natural.

               Este drama es analizado por la pintura de Orlando Arias Morales, pintor de origen boliviano (Potosí, 1954) afincado en Madrid, que expone su obra en la Fundación Artecovi. Un hombre que ha realizado una evolución en su trayectoria, de base indigenista, mudando sus intereses hacia una cierta superación del cubismo en su recomposición de las formas, con ribetes surrealistas que llenan sus lienzos de fantasía iconográfica. Una puerta abierta hacia la subjetividad de la mirada que metaboliza el mundo para devolverlo crítico. Un mundo, la Pintura, donde la imaginación es dueña y señora, razón y motivo para todas las cosas.
 

                 Una idea mágica llena de personalidad da curiosas formas de raigambre arquitectónica . Cajas acaso no tan vacías y siempre parcheadas que se hacen animadas y reproducen con ironía nuestro mundo y percepción. Objetos constructivos habitando paisajes, edificios, contando historias a veces insinuadas, misteriosas, evocando una mitología, un mundo de criaturas misteriosas, de cierta y reconocible inteligencia, para descubrirnos finalmente a nosotros mismos.


               El mundo, decíamos, profundamente personal de Orlando Arias estalla en color. No existe lo neutro, ni lo preconcebido. El cuadro es un espacio que se pondera y mesura paulatinamente. Todo es desbordante. Las superficies mágicas de las telas se expanden cromáticamente ante nuestros ojos. Colores que rechazan la planitud, que aman la vibración superficial, llenando su presencia de juegos decorativos, casi excesivos, todo espacio posible.

               Un espectáculo que se desenvuelve ante nosotros, ofreciéndonos el producto de una mirada desde el interior, transformadora del mundo de humanos o, tal vez, evidencia de nuestra propia realidad a la que ni siquiera escapan los ciber-indígenas. Curiosos juegos de índole mental y concreción pictórica, que dan pistas al espectador para implicarse con la contemplación.




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