El maestro Orlando Arias Morales, un boliviano sembrado por
amor en Antioquia, después de pasearse por todos los estilos, hoy este pintor
nos entrega con una factura no de primavera refrescante, sino de manera trágica
y hermosa la selva pulmón del mundo.
Definitivamente Orlando es un poeta de la plástica, sus
selvas tienen la soledad de los árboles sin hojas y sin frutos, sin esos
charcos de sombras negras en las raíces llenos de silencio, los troncos
desnudos, las ramas se entrelazan como manos buscando la ternura en la
epidermis de un color matizado por varias luces a la deriva de la savia de la
naturaleza, como la anatomía esquelética que muestra la muerte y el aire de los
desiertos, pero con la fortuna y gracia, el artista hace de estos elementos la verdadera
belleza que nace de lo extraño, que huye de lo común de lo gregario y le
imprime un toque de asombro, a la selva la deja sin verde, pero con un mágico
reflejo de lo que perdura en la penumbra, convirtiendo en un chamisero de anatomía
esquelética que el pintor retrata, se retuercen en la miseria, cruel espejismo
de lo que ven los ojos de este maestro en esta patria gemela, es el
inconsciente de los habitantes de este ejército humano, se retuerce como una
enredadera en dolor y angustia, por la sequía de justicia, por eso el pintor
muestra este drama con sed y nos embruja por su belleza.
esta cursi
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