jueves, 11 de octubre de 2012

Fraguando espacios



Por Goyo
Crítico de arte

Madrid 2011




               Escribía en el 2007 que el boliviano ORLANDO ARIAS tenía un gran talento para armonizar y ensamblar, así como  para la recreación de espacios donde nunca se agota la mirada. Y es que la plasticidad y la esponjosidad de su obra subyugan la forma y el fondo de la materia hasta que ésta logra hilvanar un caudal de realidad de algodonosa ficción, que resurge entre tramas cromáticas que flotan y sintonizan con la luz tamizada de un remanso henchido. 






               Más no es sólo eso, son también sus autómatas urbanos construidos como la representación de una metrópolis que irradia fulgores, rayos, fosforecencias cuyos logotipos remarcan la condición de personajes arquetípicos de la visualidad contemporánea.





       Aunque el artista regrese a sus tierras americanas, ellas nunca lo abandonaron, formaron su identidad pictórica, ese hacer cargado de sensibilidad a la luz-color, al encuentro de hechuras genuinas que continúan allí a la espera, arraigadas, depositadas como cábalas. 




               Y es que su lenguaje posee una transparencia neta, sin dudas y vacilaciones, entendiendo que puede tomar cuanto le convenga -figuración, geometría, abstracción- porque las cuestiones estilísticas ya han sido afrontadas, superadas y resueltas con solvencia. Por lo tanto, esa intemporalidad perseguida conforma su trabajo sin dejar de persistir en su voluntad de agarrar el instante preciso en que se derrama y vacía. 




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